El tiempo ideal de sueño varía de una persona
a otra, pero las investigaciones demuestran que las ocho horas diarias
no son necesarias.
Dormir es una de las partes más importantes de nuestro día a día. No
en vano lo más probable es que sea la actividad en la que empleemos más
tiempo a lo largo de nuestra vida. Por supuesto, el resto de tareas
diarias se ven condicionadas por las necesidades de reposo que requiere
el organismo. Pero, ¿cuántas horas necesitamos dormir realmente? No son ocho, como dicta la creencia popular, y no necesariamente resulta beneficioso alargar el tiempo de sueño.
Hoy en día, cuando los niveles de productividad seestudian al
detalle y se trata de optimizar al máximo el rendimiento en el trabajo,
cobra cada vez más importancia el descanso. Ya hace tiempo que se desmontó el mito de las ocho horas diarias de sueño
y, aunque no hay una sola idea concluyente de cuántas horas necesitamos
dormir, se puede tomar como referencia lo que han descubierto algunos
investigadores.
Uno de los especialistas en sueño más prestigiosos, Daniel Kriple, ha constatado en su último estudio que la gente que duerme entre 6,5 horas y 7,5 horas, además de vivir más tiempo, es más feliz y más productiva. Otra de las claves que apunta
tiene que ver con dormir más de las ocho horas tradicionales. Según sus
conclusiones, dormir 8,5 horas podría ser peor que dormir 5 horas.
Estas cifras pueden variar ligeramente de unas personas a otras, pues
no todo el mundo tiene las mismas necesidades debido a su genética,
complexión e incluso a su actividad diaria. ¿Pero qué ocurre si dormimos menos de lo necesario?
Una de las creencias extendidas es que perdemos capacidad para
enfrentarnos a nuestras tareas. No es del todo cierto. Una persona falta
de sueño puede llevar a cabo las mismas funciones que otra que sí haya
descansado bien.
La diferencia –nada desdeñable– está en que la persona que ha dormido poco tiene más dificultad para recuperar la concentración.
Y es que todos nos distraemos constantemente, pero cuando el cerebro se
encuentra en buenas condiciones tiene más facilidad para volver a
centrarse, algo mucho más costoso cuando hay falta de sueño. Además,
alguien con este impedimento para concentrarse no repara en su déficit,
algo que contribuye a la infravaloración del sueño.
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